Dulce introducción al metal

¡Hola a todos!

Hoy vengo a relataros mi caída en picado hacia otro nuevo estilo de música en mi lista. ¿Vosotros habéis notado que la música atrapa? No sé si lo definiría como una adicción o más bien como una tela de araña que te va enredando sin darte cuenta. A mi me pasa mucho, sobre todo cuando conozco un grupo de música nuevo o un estilo nuevo. Parece inofensivo al principio, pero luego te ves a tí misma escuchando 80 veces la misma canción que descubriste hace dos días, y, de respente, necesitas más contenido. Te pones a buscar y descubres todo un mundo, mucho contendio nuevo que sabes que te mantendrá ocupada una semanita. Pobre de tí si te pilla en época de exámenes, porque no serás capaz de prestar atención a otra cosa que no sea tu nuevo descubrimiento. Tras esa semanita, ya lo has visto y ya lo has escuchado todo, entonces necesitas más contenido similar. Y así van pasando los días y, en menos de lo que esperas, eres toda una experta en este nuevo género musical, o eso quieres creer.

Me ha pasado con tantas y tantas cosas. Pero hoy quiero hablar específicamente del metal, porque es en la tela de araña en la cual me encuentro ahora mismo. ¿Cuánto me durará? Pues créeme que yo soy la primera que quisiera saberlo, básicamente para saber si me puedo comprar las entradas para conciertos de dentro de 6 meses o esa ropa tan chula pero que solo usaría para conciertos. Pero, amigos, como eso no se puede saber, disfrutemos de esta etapa todo lo que dure y a mover esas melenas!

Pues todo esto comenzó antes de irme a Finlandia a vivir por un año. Durante esos semanas previas a un viaje donde suelo verme Madrileños por el Mundo en ese país unas 5 veces, exploro su geografía, sus precios, su idioma, etc., también me dio por poner en spotify una playlist de «Música de Finlandia». Recuerdo que la segunda canción que sonó me gustó mucho y fui al móvil a ver cómo se llamaba: «For the sake of revenge», de Sonata Arctica, y me la puse otra vez, y otra vez. Luego dejé la lista seguir. La mayoría de música que sonaba era heavy metal y me acordé de que en uno de los vídeos que había visto sobre Finlandia decían que este era el país del Heavy Metal. Pues tendrían razón, pensé. Este estilo de música tampoco era totalmente nuevo para mí, me sabía algunos de los temas más conocidas, pero poco más, nunca había llegado a calarme.

Estuve varios días escuchando a Sonata Arctica. No tardé en darme cuenta de que esa canción que me había gustado tanto era la versión acústica de la original. Ambas me parecieron brutales, el grupo en sí me pareció brutal. Yo no sé cuánto contenido debí consumir de estos chicos que, al poco tiempo, ya me salían en el móvil anuncios de un concierto que darían en Helsinki. Lo descarté rápidamente, tampoco estaba tan pirada todavía, ¿no?

Más tarde me volvió a aparecer el anuncio, ya estando en Helsinki. Esta vez lo leí con más detenimiento. Era en Tavastia, me sonaba ese nombre, y por alguna razón (supongo que también lo habría leído en un blog sobre Finlandia, o sobre el metal, o sobre el metal en Finlandia), sabía que era un club antiguo donde habían tocado grandes bandas. Ya me picó la curiosidad y me pudieron mis instintos impulsivos más que mi cerebro, como de costumbre, y ahí que me compré la entrada, sola, sin tener ni idea de quienes eran los otros dos grupos que tocarían antes que ellos.

Y llegó el día. ¿Cómo se supone que se viste la gente para ir a estos conciertos? No tenía ni idea de qué ponerme. Ojalá haberme traído de España mis botines negros, pero decidí que ir al concierto con mis pedazo botas de montaña no era mala idea. Me habían advertido de que en Tavastia hay que llegar muy pronto si quieres pillar un buen sitio. Y claro que quería. No había pagado para estar al fondo sin ver nada (y más midiendo lo que mido). Estuve casi una hora antes de que abrieran las puertas, y ya había cola. La gente iba de negro y nadie me sonreía, supongo que el ser finés afecta. Algunos de ellos llevaban sudaderas molonas de Sonata Arctica. Aburrida de esperar sin hablar con nadie , decidí probar suerte con la persona que tenía detrás en la cola. ¡Funcionó! Pero, obviamente, no era finés, era un chico de Wales que había venido solo hasta aquí para este concierto. Cuando abrieron las puertas conseguimos nuestro sitio en segunda fila, donde, entre medias de las cabezas, podía ver bastante bien el escenario. Aproveché que había hecho un nuevo amigo para decirle que me guardara el sitio y yo poder explorar el lugar. Era pequeño, claro que, en comparación con las fotos que yo había visto con la sala llena de gente, no era lo mismo. Pillé algunas cervezas y volví con mi amigo. Me sabe mal decirlo, pero no me acuerdo de su nombre, le llamaremos Wales.

Mientras hablamos de bandas, de conciertos y de lo que nos parecía Finlandia, llegó la hora de empezar. El primer grupo en tocar fue Luna Kills. En cuanto pusieron un pie en el escenario, no les pude quitar la vista de encima. Les había visto fuera con el resto de personas de la cola, jamás sospeché que fueran a tocar. Ya hablaremos de cada grupo más adelante, pero, resumiendo, brutales, dignos de ser mi primer grupo de metal en directo. Después tocó Reckless Love. Mi amigo Wales se sabía todas sus canciones y las chillaba todas a pleno pulmón mientras me explicaba el significado de reckless (que no piensa en las consecuencias de sus actos, temerario, para quien también se lo pregunte). No estuvieron mal, pero tampoco me engancharon. Aún no se distinguir entre los dos mil tipos de metal qur hay, pero sea el que sea ese, definitivamente no es mi tipo.

Y, por último, llegó al escenario Sonata Arctica. Yo le hice saber a Wales mi problemita con que me salga agua de los ojos sin razón alguna. Pareció hacerle gracia al principio, pero en la segunda canción yo ya estaba con la lagrimilla y sonriendo como una boba. Me encantó. Guardo muy buenos recuerdos de todas las emociones que sentí en este mi primer concierto de metal. Me sentía en un mundo nuevo. Todo me llamaba la atención: la efusividad con la que movían la melena pa arriba y pa abajo unos chavales de primera fila, los pedales que tenían los guitarristas (más tarde me enteré que era la distorsión), las peleas por coger cualquier cosa que diese el grupo al despedirse (púas, baquetas y hasta un papelito arrugado donde ponía las canciones que habían tocado).

Al terminar el concierto, el colega Wales y yo, ambos fumadores, salimos escopetados a echarnos un cigarro después de las tres horas ahí metidos. Wales parecía tener prisa por irse a otro sitio a tomarse una cerveza. Yo, sin embargo, estaba como un niño con su juguete nuevo. Acababa de descubrir todo un mundo, no pensaba irme de allí tan rápido, quería disfrútalo más. Así que nuestros caminos se separaron ahí. En otra vida, Wales. Yo volví dentro y ahí seguía la gente comprando merchandising como locos. Mi objetivo era ver a los de Sonata Arctica, hacerme una foto, hablar con ellos, irme de afterparty con ellos… Demasiado ambiciosa para ser mi primer concierto. Además no salían ni se les veía por ningún lado. Sin embargo, sí que vi a los chavales de Luna Kills. Me acerqué a ellos, les felicité, les conté que era de España y mil cosas más. Ellos, como buenos fineses, me miraban fijamente sin saber cómo reaccionar a tanta intensidad española corriendo por mis venas sumado a las cervezas que me había bebido ya. Les conseguí sacar un par de palabras, nos hicimos fotillos, y ya decidí dejarles en paz. No tardé en irme a casa. Por el camino recuerdo haberme puesto Luna Kills en los cascos. Hasta hacía unas horas antes no les conocía de nada, pero en ese momento ya sabía que les vería más, que sería el próximo grupo en monopolizar mis listas de canciones. Volví contenta a casa. Tenía una sensación que hasta ese momento nunca había sentido. Una forma nueva de expresarse, una forma nueva de sentir. Está permitido gritar lo que llevas dentro, y gritarlo muy alto. No tienes que esconderlo, o decirlo bajito. Me pareció precioso ver cómo lo vivían todo los músicos desde el escenario. Me gustaba esto que se me acababa de abrir ante mis ojos, y muy dentro de mi también sabía que no había echo más que empezar.

Y así fue señores, de concierto en concierto, porque, cuando pensaba que no me podía gustar más ningún grupo, siempre aparecían otros de la nada y ahí que iba yo a gastarme mis pelas en verles. Y es que la música es adictiva, engancha, y la música en directo ni os cuento.

🤟🎶🖤

¡Que sigamos disfrutando de estas cosas que la vida nos regala¡ ¡Y larga vida a la buena música! ¡Y pa vida larga la que nos da la buena música!

Concierto de Surgent

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