Yo y la música, la música y yo

¡Hola! Estaba a punto de ponerme a escribir mis primeras entradas sobre crónicas de conciertos cuando he pensado que lo mejor sería comenzar con una introducción, dado que algo que me dice que esta página de Música va a ser muy muy muy variada. No sabría enfocarla hacia ningún tipo de música en concreto o tema concreto en la música, porque me parece un mundo enorme, del que me gustan e interesan tantas y tantas cosas… Así que dejémoslo en que en esta sección hablaré de música a secas, que no es poco.

Mi verdadera relación con la música comienza cuando, con 7 añitos, entré a estudiar piano en un Conservatorio de Música. Era divertido, aprendía rápido y hacía buenos amigos. Parecía que se me daba bien la cosa, pero a medida que avanzaba el tiempo, empezó a haber problemas. Los profesores ya no estaban contentos con lo que yo demostraba en las clases, esperaban un avance más rápido por mi parte, exigían una dedicación al piano casi a tiempo completo. También notaba cierta rivalidad entre los compañeros, lo cual tenía sentido ya que, para pasar de grado, había plazas limitadas, y todos sabíamos que no todos íbamos a poder pasar, y quizá si te parabas a ayudar a tu compañero, él avanzaba y tú te quedabas atrás. De muchas clases salía llorando, y practicar el piano en casa era para mi casi peor que estudiarme 5 temas de Historia. Y así, sin darme cuenta, dejé de disfrutarlo, incluso llegué a odiarlo. Yo quería tocar el piano, quería cantar, quería disfrutar de la música. Pero cuando las cosas ya no las haces porque quieres y lo que quieres, sino por obligación y lo que te obligan (partituras feas que no tenía ninguna motivación en aprenderme) todo pierde su gracia. La música para mí ya no era diversión, ni mucho menos me servía para desconectar, evadirme o relajarme, más bien todo lo contrario.

Pasó el tiempo, yo iba desarrollando cierto rechazo y vergüenza a tocar instrumentos y a cantar en público, porque no era capaz de ver eso como una actividad entretenida y divertida, sino como un continuo examen en el que me iban a juzgar, no les iba a gustar o alguien iba a hacerlo mejor que yo. Al fin y al cabo, es a lo que me habían acostumbrado todos estos años. Salí del conservatorio y salí de las clases de piano que también recibía en el colegio.

Pasaron meses o años, ni me acuerdo, hasta que yo volví a querer tocar algún instrumento. Esta vez me decanté por la guitarra. Era el verano de 2016 y yo me había ido a la JMJ de Cracovia con un grupo de gente joven. Les oía tocar la guitarra y cantar, se lo pasaban bien, transmitían buenas vibras. Yo quería hacer eso. Además, fue el mismo verano en el que una persona que yo admiraba por aquel entonces dio a conocer su gusto por un tal grupo de rock con el nombre de una comunidad autónoma española. ¿Cómo era? ¿Extremadura? Y de ese verano solo recuerdo pasarme las calurosas mañanas metida en mi habitación guitarra en mano y tutoriales de youtube en el móvil. Lo curioso es que cada hora que pasaba practicando y practicando, no me cansaba, me daba más energía, me hacía feliz. Posiblemente pasé más horas con un instrumento sólo en ese verano que en los anteriores años de conservartorio. Esta vez era distinto, lo hacía porque yo quería, tocaba las canciones que yo quería, avanzaba mucho más rápido porque le ponía más empeño y no levanté cabeza hasta que supe tocar entera «Stand by» de Extremoduro. Como podréis suponer, esa canción es especial para mí. Podría decir que me hizo volver a descubrir parte de mí, me devolvió un trocito de alma que yo ya daba por perdida, y, sonará cursi, pero esa canción me salvó la vida.

Y desde este punto de inflexión fuimos para alante. Me aprendí muchas más canciones en la guitarra y comence a cantar al compás de ella. Al principio, esperaba a que no hubiera nadie en casa porque me daba vergüenza que me oyeran cantar, luego me empezó a dar igual su presencia, pero seguía cantaba bajito, sobre todo las partes de las canciones que decían palabrotas o cosas que mi madre no estaba preparada para escuchar saliendo de la boca de su hija (osea el 80% de las canciones que yo cantaba). Comencé a bajarme la guitarra al jardín con los vecinos, pero ponía la condición de que yo cantaba si todos cantaban, también me la llevaba al colegio y algún patio con la guitarrita nos echábamos. De vez en cuando me daban momentos de pánico y me ponía a llorar, sobre todo cuando mucha gente me decía: ¡Canta, Carmen! o ¡Más alto que no se te oye!

Tuve que esforzarme por ir perdiendo esa vergüenza, pero no exagero cuando digo que para mí cantar en público era la misma sensación que desnudarme delante de alguien, o incluso peor. No estaba tan alejada de la realidad, porque sigo pensando que en parte es un poco eso. Tengo mucho que agradecer a las personas que me han ayudado a ir despojándome de vergüenzas y no tener miedo a expresar lo que siento con mi voz. Me acuerdo ahora especialmente de mi madre, siempre <3, y de mi primo Guille. Aún me queda mucho que avanzar y superar, pero estamos en ello.

Desde entonces he pasado por absolutamente todos los estilos de música. Ese refrán de: «Nunca digas de este agua no beberé» me lo aplico siempre cuando escucho un nuevo género musical. Y es que he sido soprano en un coro, he sido rockera, me ha gustado la salsa, me pierden las españoladas, he amado la música que le pedía por favor a mi hermano Jorge que quitara, he escuchado techno horas y horas seguidas, hasta he sido kpoper. Lo único que solía decir que no entendía mucho eran esos tíos con melenas y la cara pintada, gritando o haciendo sonidos indescifrables con la boca. Y mírenme ahora, que me pongo a llorar en los conciertos de metal porque me emociono con la letra jajajajaja.

Bueno, y ya basta de charla. Lo que quería decir con todo esto es que la música me parece imprescindible en nuestra vida. Recalco que los silencios también existen en la música, y son de suma importancia en ella, pero de esto quizá hablamos en otro momento.

Gracias por leerme, os dejo una foto de un comentario de youtube que leí en uno de los videos de canciones de Bloodred Hourglass. No sé si el autor es el mismo que comenta o lo ha sacado de otras fuentes, pero me parecen palabras sacadas de la misma Biblia.

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